domingo, 21 de diciembre de 2014

«Vivo de poesía.»

Un folio en blanco y un bolígrafo. Tan solo necesitaba eso para sacar, como solía decir mi abuelo, la magia que dentro albergaba en mí. Era muy sencillo: preparaba una taza de café amargo con dos azucarillos, ponía la sinfonía nº 40 de Mozart en el radiocasete, corría las cortinas y abría las ventanas de par en par para dejar entrar en la habitación toda la luz y brisa posible, colocaba la mesita de madera de mi madre de cara a la ventana, para poder ver el hermoso cielo azul, y cogía el bolígrafo. Ya no hacía falta hacer nada más, excepto escribir y escribir todo lo que pasaba por mi cabeza. La magia llegaba sola. Activaba mi mano para escribir cosas asombrosas dictadas por mi cerebro. La magia llegaba sólo y cuando quería, ya podía estar en el metro, en el baño, o un entierro. Y cuando llegaba necesitaba apuntar donde sea pequeñas notas para no olvidar nada de lo que me transmitía. Luego, cuando volvía a casa, comenzaba mi pequeño ritual de colocación para empezar a transcribir las anotaciones al folio, y una vez echo, la magia volvía a mí. Podría decir que en realidad nunca se va, siempre permanece. A veces ausente, pero permanece. Ella sabe cual es el momento ideal para salir. Mi abuelo siempre me decía que las cosas pasan sólo y cuando tienen que pasar, en su tiempo, en su lugar, y en su momento. Y nunca hay que dejar escapar esos momentos, pues jamás volverán a repetirse.” La vida no se presenta con segundas oportunidades.” Me decía. Me gustaba escribirle y dedicarle todos los versos que escribía. Por eso sigo escribiendo, solo y exclusivamente para él. Nadie más puede leer mis versos, pues desaparecen en el cielo.
«Vivo del papel sobre el que desplazo mi lápiz,
   del dibujo que trazo sobre el lienzo
   de la música que escucho mientras sueño,
   o la que escucho mientras escribo en el folio en blanco.
   Vivo de la fotografía a color,
    y también la de en blanco y negro.
    Vivo de los animales,
    de los gatos y de los perros.
    Vivo de la lluvia y de los días de sol,
    vivo del mar y de su aroma
    a tierra mojada.
    Vivo del frío de un adiós,
     y del calor de un abrazo.
    Vivo del cielo azul y de los días grises,
     de las rosas que marcan
     senderos de espinas.
     Vivo de las letras, vivo
     de poesía.
     Vivo de las canciones,
      y de tocar sinfonías.
      Vivo de caricias y besos
      sin despedidas.
      Vivo de llantos y puede
      que de risas.
      Vivo de suspiros y alguna que otra sonrisa.
      Vivo del ahora
      y del pasado vivido.
      Vivo de ti
      y solo vivo si es contigo. »

Doblaba mis versos en forma de carta, y luego la ataba con una cuerdecita a un globo. Me acercaba a la ventana, y mientras terminaba de beberme mi café aún caliente, soltaba el globo. Apoyaba mi cabeza sobre el alféizar de la ventana y veía como ascendía lentamente, hasta desaparecer en el inmenso cielo. Después, cuando mi vista ya no lo podía alcanzar, sonreía. Una persona nunca muere si no permanece en el olvido.

sábado, 27 de septiembre de 2014

«Luchadores que llevan demasiado tiempo siendo fuertes. »

Cascos en la cabeza y música a todo volumen para evadirse del mundo por unos minutos.
Así iba ella, caminando por la calle, sin rumbo y sin sentido, con pasos inseguros y fríos que congelaban todo a su alrededor, con los ojos clavados en el asfalto pero la mirada perdida pensando en quien sabe qué, con suspiros que se escapaban entre el sonido que tarareaba de las canciones, con los dedos entre lazados entre sí mismos para llenar ese hueco que hay entre ellos y que un día alguien llenó, con los ojos brillantes y húmedos pero fríos y oscuros de los que no brotaba ninguna lágrima delante de nadie, y con una gran sonrisa en la cara, pero no de felicidad, sino llena de dolor.
Percibió un pequeño banco a los pies de un árbol y se sentó allí mientras observaba a la gente pasar a su alrededor ignorándola por completo, como si ella fuese completamente invisible. Seguía con la mirada clavada en la muchedumbre, pero ella no estaba realmente allí. Se encontraba sumida en sus pensamientos, tan oscuros y fríos como la misma noche, perdiéndose entre todos y cada uno de ellos.

-Hey, ¿qué haces aquí?

Un chico alto y rubio con ojos color esmeralda se sentó a su lado. Ella se sobresaltó, pero consiguió volver a la realidad de la cual había desaparecido por unos momentos.

-Ah, eres tú. No me había percatado de que estabas aquí.-Dijo mientras sonreía ampliamente-

-Claro, como siempre estás escuchando música y metida en tu mundo… -Bromeó él, pero en seguida calló y cambió de tema al ver que ella dejaba de sonreír por unos segundos y miraba a otro lado.- Bueno y, ¿cómo estás?

-Pues bien, muy bien sí. ¿Y tú?-Dijo mientras sonreía de nuevo-

Él no respondió, tan sólo se quedó observándola atentamente a los ojos. Se había percatado del brillo de tristeza que estos vislumbraron cuando dijo que “estaba muy bien”. Acto seguido, se acercó hacia ella y la abrazó fuertemente, como si quisiera unir y arreglar todos sus pedazos rotos.

-¿Y este abrazo?- Preguntó ella.

-Porque yo sé que realmente no estás tan bien como dices.

Entonces, como si hubiera explotado un globo de agua en sus ojos, comenzó a llorar como nunca lo había echo. Lloró, lloró así sin más, tan solo por el hecho de que alguien se había dado cuenta de que no estaba bien como siempre solía decir. Lloró porque el dolor que llevaba dentro era tan grande que ya no le cabía en el pecho. Lloró por todos los recuerdos que tanto daño le estaban haciendo. Lloró por todo lo que un día fue, y lo que es hoy.

-Vamos, tranquila. Puedes llorar todo lo que quieras, pues llorar no es de débiles, sino de valientes luchadores que llevan demasiado tiempo siendo fuertes. Pero por más triste que sea el motivo, no te derrumbes, no cedas. De 100 pasos que hay que dar, ya has dado 99. Uno más, tan sólo uno más. No te rindas ahora, es demasiado pronto aún para darlo todo por perdido. Cuando quieras tirar la toalla, recuerda la razón por la cual te has mantenido fuerte todo este tiempo. Puede que la vida no sea la fiesta que esperábamos, pero mientras estemos aquí, bailemos.



sábado, 23 de agosto de 2014

Capítulo XXIV- La vida es un sinfín de echar de menos.

Echar de menos, lo que se dice echar de menos… son tantas cosas. Cosas como personas que marcaron un antes y un después en nuestras vidas; objetos que acabaron teniendo un gran valor para convertirse en recuerdos; sensaciones nuevas que aparecen de golpe y sin venir a cuento; experiencias que por desgracia nunca volveremos a sentir lo mismo; personas que jamás te pertenecieron pero siguen ahí, en un hueco dentro de ti, y tú aún las sigues extrañando; amigos que se fueron sin decir ni una palabra; fotografías mentales de momentos preciosos; frases dedicadas llenas de inmenso cariño; perfumes y aromas que quedan grabados en tu memoria; lugares que, a pesar de que estés lejos de ellos, siempre estarán muy dentro de ti.

En realidad echar de menos no es bueno, nunca lo fue ni lo será, básicamente porque duele.
Nos hace notar lo que no tenemos, lo que un día tuvimos, y que probablemente jamás volverá.
Y aún sabiendo que duele, nos la jugamos. Nos dejamos llevar por los recuerdos, dejamos que vuelvan para recordarlos… recordar aquellos instantes en los que sentimos una felicidad inigualable. Pero de golpe caemos en la realidad, nos damos cuenta de que sólo son simples recuerdos, y que nunca se volverán a repetir.

Aunque, al fin y al cabo, es inevitable echar de menos.  En algún momento extrañaremos aquello que vivimos, tuvimos o experimentamos hace tiempo. Lo quieras o no. Te guste o no. Es algo que no podemos cambiar. La vida es un sinfín de echar de menos.

Y, aunque duela, tenemos que ser capaces de superar el dolor que nos causa recordar y seguir adelante. No podemos quedarnos anclados al pasado. La vida sigue, ya sea contigo o sin ti. Tú decides unirte a ella o dejarla pasar. Y vendrán más, muchos recuerdos más. Y miles de experiencias, personas, sensaciones, cosas y lugares que acabarán igual, convirtiéndose en recuerdos. Y nosotros volveremos a recordar, volveremos a echar de menos. Pero recuerda que el pasado, pasado está. Vive el presente, deja que venga el futuro que espera venir, porque vida solo hay una, y no merece la pena desaprovecharla viviendo de recuerdos.
Despídete con una sonrisa de aquello que se fue, y no lo olvides nunca. Pero sonríe aún más por todo lo que llega.

jueves, 17 de julio de 2014

«A veces el paraíso no es un lugar, sino una persona.»

Dejar que el viento acaricie suavemente tus mejillas sonrosadas. Que los rayos de sol penetren directamente en tu piel. Escuchar tu canción favorita en tu lugar favorito inmune al mundo. Oír las olas rompiendo en la orilla. Oler la suave fragancia del mar. Sentir el cosquilleo del agua alcanzando los dedos de tus pies. Olvidarte del mundo por unos momentos y sentir la libertad dentro de ti. Fotografiar cada pequeño detalle que te haga feliz, y que al mirar la fotografía vengan miles de recuerdos a tu mente. Tener a tu lado a la persona por la cual harías lo imposible para que nunca perdiese esa sonrisa, donde te quedas atrapada una eternidad. Quizás estos pequeños detalles que pasan desapercibidos son los que demuestran que la vida vale la pena vivirla, o al menos lo eran para ella.

-¡Oye, para! ¡Deja de hacerme cosquillas o no podré hacer la foto! –Le dijo ella mientras intentaba fotografiar a una pequeña gaviota que había aterrizado en la arena cerca de ambos.

Él paró durante unos segundos y dejó que se incorporase de nuevo para poder hacer la foto. Justo cuando iba a pulsar el disparador, posó sus manos lentamente en su cintura y volvió a hacerle cosquillas. La gaviota, al escuchar los gritos y las risas, alzó el vuelo y se perdió en el cielo azul volviendo a su bandada.

-Eres idiota… Por tu culpa no he podido hacer la foto.-Le dio un fuerte golpe en su brazo.
-Ay, lo siento… Pero estabas tan concentrada que no podía evitar la tentación.
-Ah… Pues entonces, ¡ yo no puedo evitar la tentación de pegarte!-Le golpeó de nuevo.

Él se incorporó, la cogió en brazos y la colocó encima de sus hombros mientras ella pataleaba y gritaba para que la bajase. Cuando dejó de patalear, la volvió a bajar y se sentaron en la arena, donde el agua les acariciaba dulcemente los pies. Él la miraba con una sonrisa inocente, y ella le miraba malhumorada por no haber podido hacer la foto.

-Eres tonto.-Le dijo ella mirándolo a los ojos.-Pero... joder, eres un tonto por el cual daría mi vida si hiciera falta.
-Soy un tonto con suerte.
-Con mucha suerte diría yo.

Él se acercó poco a poco a ella mientras le acariciaba la mejilla y la atraía poco a poco hacia sí. Luego la besó dulcemente. En ese momento, ella se sentía atrapada… atrapada entre el encanto de sus ojos y perdida en el brillo de su sonrisa.
El sol se ponía en el horizonte bajo las olas. Los escasos rayos de luz se mezclaban con el agua marina. Las estrellas empezaban a salir poco a poco, y la Luna aparecía lentamente para sustituir al sol.

-Mira, mira que vistas.-Le dijo él alejándose un poco de ella.
-Es precioso…-Cogió rápidamente su cámara e hizo una foto.- ¡Al fin una foto merecedora! – Se quedó unos segundos mirando la foto.-No hay nada más bonito que la fotografía.
-Estás tú. Y tú la superas con creces.
-Idiota… - Le dijo mientras le besaba entre risas.
-¿Sabes una cosa? A veces el paraíso no es un lugar, sino una persona. Permanecería en el paraíso todos los días de mi vida. O dicho de otra forma, permanecería contigo todos los días de mi vida.



sábado, 28 de junio de 2014

Capítulo XXIII- Pérdidas en ganancias.


Así es la vida, todo ocurre de imprevisto: un suceso, un miedo, conocer a una persona, enamorarte,... Nada está planeado. Nadie escoge su amor, ni el momento, ni la persona, ni la edad, ni el sitio... Son solo cosas que pasan porque tenían que pasar, así sin más.
Quizás, en más de una ocasión te hallas parado a pensar el porqué de algo, porqué te ha pasado eso a ti o a otra persona, porqué sigues aquí, porqué no encuentras lo que buscas,... Perdemos demasiado tiempo buscando las respuestas que no existen a nuestras preguntas, en vez de aprovechar el poco tiempo que nos queda en este mundo al que llamamos vida. No hay que buscar los porqués, las cosas pasan porque tienen que pasar. Tarde o temprano todo cobrará sentido, las piezas sueltas del puzle volverán a encajar una tras otra, y entenderemos que lo que ha sucedido ha tenido una finalidad.
Todo en esta vida es temporal, nada dura para siempre. Así que, si las cosas van bien, es mejor aprovecharlas antes de que el pasado pase página, disfrutarlas antes de que terminen. Y si las cosas van mal, no te preocupes, ya llegará la hora en que terminen.
La vida es irónica, pues se necesita tristeza para saber qué es la felicidad, y ausencia para valorar la presencia. Todo consiste en disfrutar y valorar las pequeñas cosas, porque puede que un día vuelvas la vista hacia atrás y te des cuenta de que esas cosas eran grandes.
Un gran héroe dijo una vez: “Las pérdidas son positivas. Sé que cuesta creer en ello, pero las pérdidas son positivas. Tenemos que aprender a perder. Debes saber que tarde o temprano todo lo que ganas lo perderás.” Y es que, Albert Espinosa, tiene mucha razón. Todo lo malo, aunque cueste creerlo, acaba convirtiéndose con el tiempo en algo bueno. Las pérdidas siempre acaban convirtiéndose en ganancias.
Nunca dijeron que la vida sería fácil, sólo prometieron que valía la pena vivirla.

viernes, 13 de junio de 2014

« Los polos opuestos se atraen.»




Nada más llegar a casa se encerraba en su habitación, ponía la música a todo volumen para no escuchar sus propios pensamientos y se tiraba horas y horas tirada en la cama, sin hacer nada. Todo había cambiado de un momento a otro. Ya no le importaba nada, pues había perdido lo único que le importaba en esta vida; lo había perdido a él, y perdiéndolo a él, lo perdía todo. Pero aquel día, a pesar de tener la música alta a más no poder, sus pensamientos gritaban aún más fuerte. Miles de recuerdos atravesaron su mente en cuestión de segundos, y de sus ojos empezaron a brotar miles de lágrimas, una tras otra, deslizándose por su rostro como una carrera de fórmula 1 se tratase. Entonces sacó rápidamente su móvil de su bolsillo del pantalón, abrió los mensajes, y, como era de esperar, allí estaba su nombre reflejado; el nombre que con tan solo oír pronunciar le hacía estallar en un mar de lágrimas. Y como alma que lleva el diablo, comenzó a escribir todos y cada uno de los pensamientos que atravesaban su mente:

“Pues sí, ya no aguanto más. Debo decirte que te echo de menos, y no es poco.
Solo quiero que vuelvas. Que contigo duele, pero sin ti esto se hace imposible. Necesito que me vuelvas a abrazar, a cogerme de la mano, a cogerme en brazos, a sonreír cuando me mirabas, a estar todos los días contigo, a dormirme con tus ' buenos días pequeña' y despertarme con tus 'buenos días dormilona', abrazarte fuertemente y no soltarte hasta dejar tu perfume en mí, a escuchar tu voz, a reírme por cualquier tontería que decías, a hablar contigo todos los días, a preocuparte por mi, a no tener miedo de perderte, a que cada día sea único e inolvidable contigo, a no dejarte escapar. Solo quiero que todo sea como antes… Solo quiero tomar valor, acercarme a ti, mirarte a los ojos y preguntarte: ¿Acaso tú no me extrañas como yo te extraño, imbécil?
Pues eso, que te echo de menos, pero quizás no te eche de menos a ti, sino a la persona que creí que eras. ¿Que no puedo dejar de pensar ni un solo día en ti? Cierto. ¿Que todos los días sueño en que volvemos a estar juntos? Por supuesto. ¿Qué no me di cuenta de lo que tenía hasta que lo perdí? Puede. ¿Que no puedo vivir sin? Sí, sí que puedo vivir sin ti, pero no quiero. “

Vaciló por unos segundos. Su vista se nublaba debido a la acumulación de lágrimas en sus ojos. No estaba segura si enviarlo o no. Pero luego pensó que más valía perder el orgullo por la persona a la que amas, que perder a la persona a la que amas por orgullo. Su dedo se deslizó por la pantalla de su móvil. Un solo movimiento, miles de sentimientos. Ya le había enviado varios mensajes de los cuales no obtuvo respuesta alguna. Pero aquel era diferente. No eran solo palabras vacías y sin sentido; eran palabras llenas de sentimientos, de dolor, de esperanza, de amor, de desear convertir lo imposible en posible,… eran palabras llenas para él.
Quizás aquel mensaje no serviría para nada, pero al menos ella lo intentó. Y ya no podía hacer nada más, puesto que lo había intentado todo. Había luchado hasta el final, había tocado y sobrepasado el límite. Ahora todo dependía del destino, de sus ganas de estar juntos, de si realmente le había importado alguna vez, de que si quería olvidarla o recuperarla, de que todo esto solo sería un simple recuerdo o una anécdota de superación entre ambos, de que algún día volviesen a reencontrarse en sus caminos, de que si verdaderamente se cumplía el dicho de “los polos opuestos se atraen”. 

domingo, 11 de mayo de 2014

Capítulo XXII- El silencio es nuestro grito más fuerte.



-¿Cómo estás?
- D̶e̶s̶t̶r̶o̶z̶a̶d̶a̶.̶R̶o̶t̶a̶.̶H̶u̶n̶d̶i̶d̶a̶.̶D̶e̶r̶r̶o̶t̶a̶d̶a̶.̶ ̶H̶e̶r̶i̶d̶a̶.̶I̶n̶ú̶t̶i̶l̶.̶D̶e̶s̶i̶l̶u̶s̶i̶o̶n̶a̶d̶a̶.̶D̶é̶b̶i̶l̶.̶ ̶C̶a̶n̶s̶a̶d̶a̶.̶I̶n̶f̶e̶l̶i̶z̶.̶S̶o̶l̶a̶.̶  Bien.

Siempre la misma pregunta, siempre la misma mentira.
A veces resulta imposible explicar a otras personas como te encuentras en un preciso momento, no porque no confíes en ellas, sino porque no hay palabras que definan lo que sientes.
Las mentiras, las desilusiones, las promesas rotas, las falsas esperanzas, sueños destrozados, amores marchitados, tu mundo hecho pedazos… ¿ qué más?  Siempre es igual, nunca salen las cosas como uno quiere, nunca puedes confiar en el destino, le justa jugar a hacernos creer cosas que realmente son lo contrario.
Pero, ¿ qué más da? Una se va acostumbrando a todo esto. Una se va acostumbrando a que, cuando crees que eres realmente feliz, alguien venga a demostrarte lo contrario, a hacerte daño, a hundirte. Y aunque por fuera aparientas ser fuerte, que nada de eso te importa, que no tienes corazón para que no puedan rompértelo, que nada te hace daño,… en el fondo no es así. En el fondo solo quieres a alguien que te abrace y que te diga que todo va a salir bien, alguien que te apoye en cada momento, alguien que te abrace tan fuerte que vuelva a unir todos tus pedazos rotos. Y solo quieres gritar, escapar, desaparecer, huir muy lejos de donde estés,… pero no puedes. Hay algo que te tiene atrapada y no te deja liberarte, por lo que no puedes hacer nada, tan solo seguir donde estás, fingiendo que todo va bien, que tu vida es perfecta cuando en realidad no lo es, y tan solo puedes esperar que llegue alguien a tu vida para cambiarlo todo, porque en realidad, las cosas llegan cuando dejas de buscarlas.
A veces el silencio es nuestro grito más fuerte…
Es irónico saber que la persona que más feliz te hizo, es ahora la que más dolor te provoca. Porque así como llegó se fue, con sus promesas rotas y haciendo lo que dijo que nunca haría.
Cuando más necesitas a una persona, más lejos ves que está de lo que realmente pensabas.
En algún momento te darás cuenta que has hecho demasiado por alguien, que el siguiente paso sólo puede ser pararse, dejarlo solo y alejarte. No es que estés renunciando o que no hayas luchado con suficientes fuerzas, es que debes entender que has sobrepasado el límite, y ya no puedes hacer nada más.
Pero ahí sigues tú, ahí sigo yo, esperando que algún día pase algo, que algún día todo vuelva a ser como antes, que esa persona vuelva,… pero ten claro una cosa: si algo es realmente tuyo, lo será. No importa el tiempo, ni la distancia, ni nada, pero volverá a ti. Y si algo no te pertenece, no importa cuanto luches por él, porque nunca lo podrás lograr.


sábado, 12 de abril de 2014

«Las promesas son difíciles de cumplir. Quizás por eso son promesas.»


Respirar profundamente y sentir los intensos olores del aroma de las flores, oler la dulce fragancia de la primavera, escuchar los pájaros cantar, ver el cielo azul sobre ti, sentir que tocas las nubes desde un sitio alto, ver el verde color del campo y el colorido de las flores, escuchar el sonido del viento moviendo las copas de los árboles, sentir un agradable escalofrío que recorre tu piel, ver las nubes moverse por el inmenso cielo, sentir el viento acariciando tus mejillas sonrojadas, y que te abrace un persona especial para ti… eso es vivir. Todas esas sensaciones juntas consiguen proporcionar una felicidad inigualable y única en el mundo. Nada podrá sustituir eso por algo mejor. Y en el momento que vives todas esas sensaciones, te olvidas de todo, tu mente solo se centra de disfrutar el momento y aprovechar esa extrema felicidad.
Exactamente aquello era lo que ella estaba viviendo en aquel instante. Desde lo alto del mirador podía sentir todo aquello y más. Se sentía libre, que nada ni nadie la podía parar, que era capaz de alcanzar todas sus metas y conseguir todo aquello que se propusiese, que no tenía obstáculos en su camino, se sentía única en el mundo, se sentía grande a pesar de su baja estatura, se sentía feliz. Y gracias a él podía sentir todas y cada una de esas sensaciones y aún más. Él la abrazaba fuertemente, como si intentara introducirse dentro de ella; no quería dejarla escapar por nada en el mundo.

-Ay, no me abraces tan fuerte que duele…
Él la abrazó un poco más fuerte.
-¡Ay! ¡Qué me vas a ahogar!
- Que no tonta. –Aflojó poco a poco.- No sería capaz de hacerte daño.
-Pues ahora lo has hecho.-Se escapó de sus brazos y corrió.- ¡Ya no me cogerás!

Él se dispuso a correr detrás de ella. Ahora las sensaciones aumentaban. Ambos sentían una adrenalina mezclada con todas las sensaciones anteriores. La felicidad de aquel momento era enorme. Volvían a sentirse como dos niños que corrían por la calle jugando sin importarles nada más. Solo pensaban en correr y correr, hasta que ya no pudieran más por el cansancio. Finalmente, el consiguió alcanzarla. La cogió en brazos y la abrazó aún más fuerte para que no volviera a escaparse.

-Y ahora que, ¿eh? –Le decía él mientras le sonreía mirándole a los ojos.-

Ella no decía nada, tan solo inspiraba y expiraba fuertemente para recuperar todo el aire perdido tras la carrera. Luego se repuso, y como un suspiro que decía para sí misma, pronunció aquellas palabras que esta aquel momento no había dicho: “ Te quiero.”
Fue algo espontáneo, mágico. Lo dijo sin pensar, como si aquellas palabras se hubiesen escapado de su corazón. Él no sabía que decir, tan solo la miraba dulcemente y le sonreía. Entonces se acercó lentamente a ella mientras le acariciaba la mejilla y la besó. Y de nuevo, un conjunto de sensaciones se mezclaban en ellos dos. Se sentían increíblemente felices. Querían que el tiempo se paralizase y que ellos estuvieran así siempre, tan unidos, tan juntos, tan el uno para el otro. Una lágrima recorrió el rostro de ella. Él se apartó un poco y le limpió la cara con la palma de su mano.

-A veces, la felicidad y el amor que sientes en un momento es tan fuerte, que puede incluso doler. –Le dijo él.-

Ella asentía y gimoteaba mientras que le volvió a abrazar.
-Prométeme que jamás me vas a dejar ir. Prométeme que vamos a estar siempre juntos y que nada ni nadie conseguirá separarnos jamás.

Un silencio invadió el lugar. Él tan solo le sonreía y le acariciaba las mejillas sonrojadas.

-No puedo prometerte nada. No sé que nos aguarda el futuro.
-Las promesas son difíciles de cumplir. Quizás por eso son promesas. –Dijo ella a la vez que comenzaba a llorar de nuevo.- Prométemelo por favor.

Él la volvió a abrazar y pronunció las palabras más seguras y firmes que nunca había dicho: “ Te lo prometo.” 

viernes, 28 de marzo de 2014

Capítulo XXI- Tus sueños acabarán luchando por ti.



Quizás pienses en estos momentos que nada de lo que estás haciendo tiene sentido, que tarde o temprano no servirá de nada tanto esfuerzo y trabajo, que toda la lucha y la fuerza aplicada es en vano, que nunca mejorarán las cosas, que no conseguirás alcanzar tus metas, que aunque te esfuerces todo te sale mal, que el amor no está hecho para ti, que la felicidad está fuera de tu alcance, que la vida es demasiado dura con las personas que no lo merecen, que eres invisible y nadie te aprecia lo suficiente, que te ahogas en tu propio mar de lágrimas cuando las cosas van mal en vez de buscar una solución, y que a veces la vida no sigue, tan solo pasan los días. Así sin más, sin nada nuevo, sin nada motivador, sin nada que te impulse a seguir adelante. Es cierto que la vida es en ocasiones muy dura con las personas que menos daño merecen, pero ten en cuenta una cosa, que todo pasa por algo. No puedes pararte a pensar que porqué a ocurrido algo o porqué no ha pasado lo que esperabas. Es más, no debes de buscar los porqués. Las cosas pasan porque tienen que pasar. Aunque ahora no lo veas, todo tiene un significado. Tarde o temprano todo lo malo acabará convirtiéndose en bueno. Sé que cuesta creer en ello pero es así. La vida nunca dejará de sorprendernos.
Los obstáculos no dejarán de interponerse en tu camino, pero no por eso debes abandonar. Atrévete a dar un paso hacia delante, a luchar con todas tus fuerzas, para alcanzar tu meta. La vida solo se acaba cuando dejas de soñar, la esperanza cuando dejas de creer, y el amor cuando dejas de cuidarlo. Si luchas por tus sueños, tus sueños acabarán luchando por ti.
Nunca dejes de luchar por algo que realmente quieres. Es duro perder o esperar, pero más duro aún es el arrepentimiento por no haberlo al menos intentado. Recuerda que vale la pena luchar por lo que vale la pena tener. No hay límites para quien lucha hasta el final. Y aunque crees que nadie te apoya en tu camino, que tienes más enemigos que amigos, que estás totalmente solo,… sonríe. Las sonrisas son las armas más poderosas.
No olvides que la vida no está hecha para entenderla, sino para vivirla intensamente.

domingo, 2 de marzo de 2014

« Cascos, música, libros… y libertad. »



Nada más llegaba a casa después de un duro día de instituto y lo primero que hacía era coger sus cascos, su móvil, su libro favorito y su bicicleta. Luego montaba en ella, buscaba su canción favorita y se sumergía en la dulce melodía mientras se dirigía a la colina del árbol solitario que había a la salida del pueblo. Sin duda aquella colina era para ella el mejor lugar del mundo, donde podía estar sola y únicamente con su música y sus mundos de fantasía. No había nada mejor en el mundo que eso, un buen lugar para estar con un buen libro y una buena canción… eso era el paraíso. Mientras montaba en su bicicleta, el viento le acariciaba suavemente las mejillas, y le susurraba dulcemente al oído a la vez que el sonido se mezclaba con la melodía de su canción. Cuando llegaba a la colina, colocaba la bicicleta aún lado y se acurrucaba a los pies del gran árbol junto con su libro y su música. Y pasaban los segundos, los minutos y las horas, y ella no se percataba de que el tiempo seguía. Estaba tan sumergida en su paraíso que le daba igual todo lo que pasase a su alrededor. Su mundo era solamente su libro y su buena música. Lo demás solo era el mundo de los demás, no el de ella. No le hacía falta viajar más lejos de donde ya se encontraba, ya que tenía todo lo que le hacía falta. Aquel libro le podía transportar hacia el lugar y la época que ella deseara. Y aquella música era su fiel compañera que jamás de los jamases la abandonaría por nada de lo que pasase. Ella era feliz así, en su mundo ideal. Quizás esa era una de las razones por la que los demás la trataban como una “chica rara”, porque ella era diferente a ellos.
A los demás le gustaban las fiestas hasta las 9 de la mañana , beber hasta no ser persona, la adrenalina que se segrega tras una pelea , la locura de hacer cosas sin pensar , el tabaco, las malas formas,…
Para ella, su fiesta era cada página que leía, su bebida cada canción que oía, su adrenalina el viento acariciándole las mejillas, su locura caminar sin rumbo alguno, su tabaco la inspiración del olor a libertad…
En su día a día estaba completamente sola, nadie quería estar con ella. Pero realmente le daba igual, porque al llegar a casa le estaba esperando su bicicleta, su libro, sus cascos y su música. Y aquello era lo que verdaderamente importaba, que ella era feliz así.
No iba a cambiar por complacer a nadie porque… ¿ si ella era feliz en su mundo de fantasía, para que cambiar?

Que nunca nadie te diga qué puedes y qué no puedes hacer, porque es tu vida, tu forma de disfrutar del mundo. Es tu fantasía y tu felicidad, no dejes que nadie se interponga en tu camino. Si hay algo que realmente te hace feliz, persíguelo y no lo dejes escapar, aunque los demás te digan lo contrario.
Solo tienes que creer en ti.

domingo, 23 de febrero de 2014

Capítulo XX- Soñar despierto



Desde pequeña he deseado que todo lo que soñaba por las noches mientras dormía se hiciera realidad. Soñar con algo que deseas, soñar con alguien a quien amas, soñar con alguien a quien extrañas, soñar con algo que quieres llegar a ser, soñar con un mundo mejor, soñar con una vida mejor, soñar con ser feliz,… todo sería mucho más fácil si nuestros sueños más profundos y deseados se hicieran realidad. Me gusta el hecho de que al menos, mientras duermo, consigo escaparme aunque sea unos minutos de esta sociedad y “vivir” en un mundo perfecto a mi medida: mis sueños. Pero no todo consiste en soñar mientras duermes, también es soñar despierto. Soñar lo que somos, soñar ser libres, soñar lo que podríamos ser,… El exceso de la realidad te cierra puertas a la fantasía, te impide soñar despierto. Además, si llenas tu mente de miedos, no dejarás sitio para los sueños.
Pero no todo es soñar… también se trata de vivir tu sueño. No puedes quedarte toda la vida esperando que pase algo extraordinario, cuando lo único extraordinario que pasa es la propia vida. Los sueños no pueden hacerse realidad ellos solo, tan solo se recrean en tu mente para que tú mismo tengas la fuerza necesaria para conseguirlos.
Piensa que lo imposible solo tarde un poco más, que puedes lograr todo lo que te propongas. Nunca te duermas sin un sueño, ni te levantes sin ningún motivo.
Los sueños no tienen límites. Si puedes pensarlo, si puedes desearlo… puedes lograrlo, porque no existen sueños imposibles, tan solo existen personas incapaces de lograrlos.
Todos tus sueños se harán realidad mientras tengas el coraje de perseguirlos. Levántate cada día con un nuevo sueño que alcanzar. Jamás le pongas un límite a tus sueños.
Algún día se harán realidad. Tan solo tienes que seguir tu camino, no rendirte, y luchar por lo que te importa. Solo recuerda eso. 
 

domingo, 2 de febrero de 2014

<< Invisible >>



Ella ya no esperaba nada de la vida. Cada vez que le pasaba una cosa buena, le ocurrían tres cosas malas. Tenía miedo de salir a la calle y de que la gente pensara mal de ella. Se sentía sola, perdida, una completa inútil que no sirve para nada. Ya no sabía que hacer, si seguir luchando o tirar la toalla. Muchas veces se encontraba rodeada de personas, pero en realidad era como si estuviera sola, porque no tenía a nadie con quien hablar, confiar ni estar verdaderamente a su lado. Solo tenía ganas de caminar lejos, de perderse, de desaparecer por completo, y de nunca, jamás en la vida, volver. Cuando quería decir algo en público, nadie le prestaba atención. Era como si fuese invisible.
 Su sonrisa era en realidad, una máscara para ocultar todo el dolor que llevaba dentro, para aparentar ser fuerte y que no le importaba nada. Pero a veces no era capaz ni de utilizar la máscara… ya era tanto dolor que no era capaz de sonreír.
Sus ojos eran un completo laberinto, donde se podía ver reflejados en ellos todas las cosas por las cuales a pasado. Estos estaban ya apagados, oscuros, sin vida.
Antes nada de esto era así. Años atrás, ella era una niña feliz, que corría, jugaba, reía, sonreír de verdad, no tenía preocupaciones ni sabía lo que era el dolor. Tan solo pensaba en disfrutar, en aprovechar cada segundo de juego y de risas, sin importarle el mañana.
Pero a la hora de crecer, su mundo de fantasía se hundió… desapareció por completo. Era como si un soplido había derrumbado su mundo de colores.
Ahora soñaba con volver a ser niña para que su mundo desapareciese y volviese su fantasía, pero ya no era posible.
Por las noches se dormía del cansancio provocado por las lágrimas, y deseaba que al día siguiente todo fuera diferente. Unas de esas noches sintió un profundo dolor en el pecho mientras dormía. En su cabeza escuchaba una extraña voz que le decía : “No te rindas. La felicidad está donde menos te los esperas. Solo tienes que mantenerte fuerte.”
La mañana siguiente despertó con una nueva y extraña sensación. Se sentía fuerte, valiente, con ganas de ser feliz. Ella quería dejarlo todo de una vez por todas, pero en lo más profundo de su corazón aún quedaban ganas de luchar.

[Cuando piensas que todo está perdido y que ya no te quedan fuerzas, respira hondo, y piensa que dentro de ti hay una parte que sigue luchando, que te impulsa a seguir adelante. Nunca te rindas. La esperanza es lo último que se pierde. Todo tiene solución en esta vida. Por muy difícil que se pongan las cosas, jamás dejes de luchar. ]

sábado, 18 de enero de 2014

Capítulo XIX- El “ adiós” definitivo.



A lo largo del día nos despedimos de muchas personas; le decimos “Hasta mañana”, “Hasta luego” o “Adiós”, pero nunca nos paramos a pensar que ese “Adiós” quizás puede ser el último de todos, el “adiós” definitivo, el “espérame allí arriba”. Duele mucho sufrir la pérdida de alguien, pero desgraciadamente, eso es algo inevitable. Forma parte del ciclo de la vida: nacer para morir. Pero eso no significa que la muerte sea lo último de todo, ni mucho menos que sea el fin. Estamos acostumbrados a pensar que la muerte es el final, el túnel oscuro del que no se puede salir, el pozo profundo de la eternidad. La muerte es en realidad el siguiente paso después de la vida, el siguiente paso para hallar la felicidad. Todo depende de como has vivido tu vida, qué has hecho en ella, que has logrado y que no has logrado, que has hecho bien y que has hecho mal, si has vivido intensamente,… La forma de vivir determina la forma de morir. Una persona se va cuando ha cumplido su misión, la misión por la que ha venido al mundo.
Cuando una persona se marcha para siempre, pensamos que ha desaparecido por completo, que nunca volveremos a verla ni ha estar con ella, cuando en realidad no es así. La persona siempre permanece junto a sus seres queridos, cuidándolos, protegiéndolos, amándolos, sonriéndoles, y esperando que algún día todos estén juntos de nuevo ahí arriba.
La vida duele mucho más que la muerte, porque cuando la muerte llega, el dolor termina. Y a decir verdad, la muerte no existe tal y como pensamos. Una persona muere cuando permanece en el olvido, cuando nadie la recuerda. Pero si puedes recordarla y pensar en ella cada día, esa persona nunca muere, porque siempre permanece contigo.
Aprecia cada uno de los valores de cada día; aprovecha cada instante con las personas que te importan; convierte cada segundo en recuerdos inolvidables; vive y disfruta con ellas como si no existiera mañana; valora cada cosa que hagan por ti o por los demás; nunca les hagas sufrir, sino hacerlas felices cada día; y de este modo estarás preparado cuando llegue la hora de despedirse para siempre, del “adiós” definitivo. Nunca sabremos cuando llegará la hora de despedirnos de alguien para siempre.