Dejar que el viento acaricie suavemente tus mejillas
sonrosadas. Que los rayos de sol penetren directamente en tu piel. Escuchar tu
canción favorita en tu lugar favorito inmune al mundo. Oír las olas rompiendo
en la orilla. Oler la suave fragancia del mar. Sentir el cosquilleo del agua
alcanzando los dedos de tus pies. Olvidarte del mundo por unos momentos y
sentir la libertad dentro de ti. Fotografiar cada pequeño detalle que te haga
feliz, y que al mirar la fotografía vengan miles de recuerdos a tu mente. Tener
a tu lado a la persona por la cual harías lo imposible para que nunca perdiese
esa sonrisa, donde te quedas atrapada una eternidad. Quizás estos pequeños
detalles que pasan desapercibidos son los que demuestran que la vida vale la
pena vivirla, o al menos lo eran para ella.
-¡Oye, para! ¡Deja de hacerme cosquillas o no podré hacer la
foto! –Le dijo ella mientras intentaba fotografiar a una pequeña gaviota que
había aterrizado en la arena cerca de ambos.
Él paró durante unos segundos y dejó que se incorporase de
nuevo para poder hacer la foto. Justo cuando iba a pulsar el disparador, posó
sus manos lentamente en su cintura y volvió a hacerle cosquillas. La gaviota,
al escuchar los gritos y las risas, alzó el vuelo y se perdió en el cielo azul
volviendo a su bandada.
-Eres idiota… Por tu culpa no he podido hacer la foto.-Le dio
un fuerte golpe en su brazo.
-Ay, lo siento… Pero estabas tan concentrada que no podía
evitar la tentación.
-Ah… Pues entonces, ¡ yo no puedo evitar la tentación de
pegarte!-Le golpeó de nuevo.
Él se incorporó, la cogió en brazos y la colocó encima de
sus hombros mientras ella pataleaba y gritaba para que la bajase. Cuando dejó
de patalear, la volvió a bajar y se sentaron en la arena, donde el agua les acariciaba
dulcemente los pies. Él la miraba con una sonrisa inocente, y ella le miraba
malhumorada por no haber podido hacer la foto.
-Eres tonto.-Le dijo ella mirándolo a los ojos.-Pero...
joder, eres un tonto por el cual daría mi vida si hiciera falta.
-Soy un tonto con suerte.
-Con mucha suerte diría yo.
Él se acercó poco a poco a ella mientras le acariciaba la
mejilla y la atraía poco a poco hacia sí. Luego la besó dulcemente. En ese
momento, ella se sentía atrapada… atrapada entre el encanto de sus ojos y perdida
en el brillo de su sonrisa.
El sol se ponía en el horizonte bajo las olas. Los escasos rayos
de luz se mezclaban con el agua marina. Las estrellas empezaban a salir poco a
poco, y la Luna aparecía lentamente para sustituir al sol.
-Mira, mira que vistas.-Le dijo él alejándose un poco de
ella.
-Es precioso…-Cogió rápidamente su cámara e hizo una foto.-
¡Al fin una foto merecedora! – Se quedó unos segundos mirando la foto.-No hay nada
más bonito que la fotografía.
-Estás tú. Y tú la superas con creces.
-Idiota… - Le dijo mientras le besaba entre risas.
-¿Sabes una cosa? A veces el paraíso no es un lugar, sino
una persona. Permanecería en el paraíso todos los días de mi vida. O dicho de
otra forma, permanecería contigo todos los días de mi vida.
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