sábado, 18 de enero de 2014

Capítulo XIX- El “ adiós” definitivo.



A lo largo del día nos despedimos de muchas personas; le decimos “Hasta mañana”, “Hasta luego” o “Adiós”, pero nunca nos paramos a pensar que ese “Adiós” quizás puede ser el último de todos, el “adiós” definitivo, el “espérame allí arriba”. Duele mucho sufrir la pérdida de alguien, pero desgraciadamente, eso es algo inevitable. Forma parte del ciclo de la vida: nacer para morir. Pero eso no significa que la muerte sea lo último de todo, ni mucho menos que sea el fin. Estamos acostumbrados a pensar que la muerte es el final, el túnel oscuro del que no se puede salir, el pozo profundo de la eternidad. La muerte es en realidad el siguiente paso después de la vida, el siguiente paso para hallar la felicidad. Todo depende de como has vivido tu vida, qué has hecho en ella, que has logrado y que no has logrado, que has hecho bien y que has hecho mal, si has vivido intensamente,… La forma de vivir determina la forma de morir. Una persona se va cuando ha cumplido su misión, la misión por la que ha venido al mundo.
Cuando una persona se marcha para siempre, pensamos que ha desaparecido por completo, que nunca volveremos a verla ni ha estar con ella, cuando en realidad no es así. La persona siempre permanece junto a sus seres queridos, cuidándolos, protegiéndolos, amándolos, sonriéndoles, y esperando que algún día todos estén juntos de nuevo ahí arriba.
La vida duele mucho más que la muerte, porque cuando la muerte llega, el dolor termina. Y a decir verdad, la muerte no existe tal y como pensamos. Una persona muere cuando permanece en el olvido, cuando nadie la recuerda. Pero si puedes recordarla y pensar en ella cada día, esa persona nunca muere, porque siempre permanece contigo.
Aprecia cada uno de los valores de cada día; aprovecha cada instante con las personas que te importan; convierte cada segundo en recuerdos inolvidables; vive y disfruta con ellas como si no existiera mañana; valora cada cosa que hagan por ti o por los demás; nunca les hagas sufrir, sino hacerlas felices cada día; y de este modo estarás preparado cuando llegue la hora de despedirse para siempre, del “adiós” definitivo. Nunca sabremos cuando llegará la hora de despedirnos de alguien para siempre.