A lo largo del día nos despedimos de muchas personas; le
decimos “Hasta mañana”, “Hasta luego” o “Adiós”, pero nunca nos paramos a
pensar que ese “Adiós” quizás puede ser el último de todos, el “adiós”
definitivo, el “espérame allí arriba”. Duele mucho sufrir la pérdida de
alguien, pero desgraciadamente, eso es algo inevitable. Forma parte del ciclo
de la vida: nacer para morir. Pero eso no significa que la muerte sea lo último
de todo, ni mucho menos que sea el fin. Estamos acostumbrados a pensar que la
muerte es el final, el túnel oscuro del que no se puede salir, el pozo profundo
de la eternidad. La muerte es en realidad el siguiente paso después de la vida,
el siguiente paso para hallar la felicidad. Todo depende de como has vivido tu
vida, qué has hecho en ella, que has logrado y que no has logrado, que has
hecho bien y que has hecho mal, si has vivido intensamente,… La forma de vivir
determina la forma de morir. Una persona se va cuando ha cumplido su misión, la
misión por la que ha venido al mundo.
Cuando una persona se marcha para siempre, pensamos que ha
desaparecido por completo, que nunca volveremos a verla ni ha estar con ella,
cuando en realidad no es así. La persona siempre permanece junto a sus seres
queridos, cuidándolos, protegiéndolos, amándolos, sonriéndoles, y esperando que
algún día todos estén juntos de nuevo ahí arriba.
La vida duele mucho más que la muerte, porque cuando la
muerte llega, el dolor termina. Y a decir verdad, la muerte no existe tal y
como pensamos. Una persona muere cuando permanece en el olvido, cuando nadie la
recuerda. Pero si puedes recordarla y pensar en ella cada día, esa persona
nunca muere, porque siempre permanece contigo.
Aprecia cada uno de los valores de cada día; aprovecha cada
instante con las personas que te importan; convierte cada segundo en recuerdos
inolvidables; vive y disfruta con ellas como si no existiera mañana; valora
cada cosa que hagan por ti o por los demás; nunca les hagas sufrir, sino
hacerlas felices cada día; y de este modo estarás preparado cuando llegue la
hora de despedirse para siempre, del “adiós” definitivo. Nunca sabremos cuando
llegará la hora de despedirnos de alguien para siempre.
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