Echar de menos, lo que se dice echar de menos… son tantas
cosas. Cosas como personas que marcaron un antes y un después en nuestras vidas; objetos que acabaron teniendo un gran
valor para convertirse en recuerdos; sensaciones nuevas que aparecen de golpe y
sin venir a cuento; experiencias que por desgracia nunca volveremos a sentir lo
mismo; personas que jamás te pertenecieron pero siguen ahí, en un hueco dentro
de ti, y tú aún las sigues extrañando; amigos que se fueron sin decir ni una
palabra; fotografías mentales de momentos preciosos; frases dedicadas llenas de
inmenso cariño; perfumes y aromas que quedan grabados en tu memoria; lugares
que, a pesar de que estés lejos de ellos, siempre estarán muy dentro de ti.
En realidad echar de menos no es bueno, nunca lo fue ni lo
será, básicamente porque duele.
Nos hace notar lo que no tenemos, lo que un día tuvimos, y
que probablemente jamás volverá.
Y aún sabiendo que duele, nos la jugamos. Nos dejamos llevar
por los recuerdos, dejamos que vuelvan para recordarlos… recordar aquellos
instantes en los que sentimos una felicidad inigualable. Pero de golpe caemos
en la realidad, nos damos cuenta de que sólo son simples recuerdos, y que nunca
se volverán a repetir.
Aunque, al fin y al cabo, es inevitable echar de menos. En algún momento extrañaremos aquello que
vivimos, tuvimos o experimentamos hace tiempo. Lo quieras o no. Te guste o no.
Es algo que no podemos cambiar. La vida es un sinfín de echar de menos.
Y, aunque duela, tenemos que ser capaces de superar el dolor
que nos causa recordar y seguir adelante. No podemos quedarnos anclados al
pasado. La vida sigue, ya sea contigo o sin ti. Tú decides unirte a ella o
dejarla pasar. Y vendrán más, muchos recuerdos más. Y miles de experiencias,
personas, sensaciones, cosas y lugares que acabarán igual, convirtiéndose en
recuerdos. Y nosotros volveremos a recordar, volveremos a echar de menos. Pero
recuerda que el pasado, pasado está. Vive el presente, deja que venga el
futuro que espera venir, porque vida solo hay una, y no merece la pena desaprovecharla
viviendo de recuerdos.
Despídete con una sonrisa de aquello que se fue, y no lo
olvides nunca. Pero sonríe aún más por todo lo que llega.