sábado, 28 de junio de 2014

Capítulo XXIII- Pérdidas en ganancias.


Así es la vida, todo ocurre de imprevisto: un suceso, un miedo, conocer a una persona, enamorarte,... Nada está planeado. Nadie escoge su amor, ni el momento, ni la persona, ni la edad, ni el sitio... Son solo cosas que pasan porque tenían que pasar, así sin más.
Quizás, en más de una ocasión te hallas parado a pensar el porqué de algo, porqué te ha pasado eso a ti o a otra persona, porqué sigues aquí, porqué no encuentras lo que buscas,... Perdemos demasiado tiempo buscando las respuestas que no existen a nuestras preguntas, en vez de aprovechar el poco tiempo que nos queda en este mundo al que llamamos vida. No hay que buscar los porqués, las cosas pasan porque tienen que pasar. Tarde o temprano todo cobrará sentido, las piezas sueltas del puzle volverán a encajar una tras otra, y entenderemos que lo que ha sucedido ha tenido una finalidad.
Todo en esta vida es temporal, nada dura para siempre. Así que, si las cosas van bien, es mejor aprovecharlas antes de que el pasado pase página, disfrutarlas antes de que terminen. Y si las cosas van mal, no te preocupes, ya llegará la hora en que terminen.
La vida es irónica, pues se necesita tristeza para saber qué es la felicidad, y ausencia para valorar la presencia. Todo consiste en disfrutar y valorar las pequeñas cosas, porque puede que un día vuelvas la vista hacia atrás y te des cuenta de que esas cosas eran grandes.
Un gran héroe dijo una vez: “Las pérdidas son positivas. Sé que cuesta creer en ello, pero las pérdidas son positivas. Tenemos que aprender a perder. Debes saber que tarde o temprano todo lo que ganas lo perderás.” Y es que, Albert Espinosa, tiene mucha razón. Todo lo malo, aunque cueste creerlo, acaba convirtiéndose con el tiempo en algo bueno. Las pérdidas siempre acaban convirtiéndose en ganancias.
Nunca dijeron que la vida sería fácil, sólo prometieron que valía la pena vivirla.

viernes, 13 de junio de 2014

« Los polos opuestos se atraen.»




Nada más llegar a casa se encerraba en su habitación, ponía la música a todo volumen para no escuchar sus propios pensamientos y se tiraba horas y horas tirada en la cama, sin hacer nada. Todo había cambiado de un momento a otro. Ya no le importaba nada, pues había perdido lo único que le importaba en esta vida; lo había perdido a él, y perdiéndolo a él, lo perdía todo. Pero aquel día, a pesar de tener la música alta a más no poder, sus pensamientos gritaban aún más fuerte. Miles de recuerdos atravesaron su mente en cuestión de segundos, y de sus ojos empezaron a brotar miles de lágrimas, una tras otra, deslizándose por su rostro como una carrera de fórmula 1 se tratase. Entonces sacó rápidamente su móvil de su bolsillo del pantalón, abrió los mensajes, y, como era de esperar, allí estaba su nombre reflejado; el nombre que con tan solo oír pronunciar le hacía estallar en un mar de lágrimas. Y como alma que lleva el diablo, comenzó a escribir todos y cada uno de los pensamientos que atravesaban su mente:

“Pues sí, ya no aguanto más. Debo decirte que te echo de menos, y no es poco.
Solo quiero que vuelvas. Que contigo duele, pero sin ti esto se hace imposible. Necesito que me vuelvas a abrazar, a cogerme de la mano, a cogerme en brazos, a sonreír cuando me mirabas, a estar todos los días contigo, a dormirme con tus ' buenos días pequeña' y despertarme con tus 'buenos días dormilona', abrazarte fuertemente y no soltarte hasta dejar tu perfume en mí, a escuchar tu voz, a reírme por cualquier tontería que decías, a hablar contigo todos los días, a preocuparte por mi, a no tener miedo de perderte, a que cada día sea único e inolvidable contigo, a no dejarte escapar. Solo quiero que todo sea como antes… Solo quiero tomar valor, acercarme a ti, mirarte a los ojos y preguntarte: ¿Acaso tú no me extrañas como yo te extraño, imbécil?
Pues eso, que te echo de menos, pero quizás no te eche de menos a ti, sino a la persona que creí que eras. ¿Que no puedo dejar de pensar ni un solo día en ti? Cierto. ¿Que todos los días sueño en que volvemos a estar juntos? Por supuesto. ¿Qué no me di cuenta de lo que tenía hasta que lo perdí? Puede. ¿Que no puedo vivir sin? Sí, sí que puedo vivir sin ti, pero no quiero. “

Vaciló por unos segundos. Su vista se nublaba debido a la acumulación de lágrimas en sus ojos. No estaba segura si enviarlo o no. Pero luego pensó que más valía perder el orgullo por la persona a la que amas, que perder a la persona a la que amas por orgullo. Su dedo se deslizó por la pantalla de su móvil. Un solo movimiento, miles de sentimientos. Ya le había enviado varios mensajes de los cuales no obtuvo respuesta alguna. Pero aquel era diferente. No eran solo palabras vacías y sin sentido; eran palabras llenas de sentimientos, de dolor, de esperanza, de amor, de desear convertir lo imposible en posible,… eran palabras llenas para él.
Quizás aquel mensaje no serviría para nada, pero al menos ella lo intentó. Y ya no podía hacer nada más, puesto que lo había intentado todo. Había luchado hasta el final, había tocado y sobrepasado el límite. Ahora todo dependía del destino, de sus ganas de estar juntos, de si realmente le había importado alguna vez, de que si quería olvidarla o recuperarla, de que todo esto solo sería un simple recuerdo o una anécdota de superación entre ambos, de que algún día volviesen a reencontrarse en sus caminos, de que si verdaderamente se cumplía el dicho de “los polos opuestos se atraen”.