Así es la vida, todo ocurre de
imprevisto: un suceso, un miedo, conocer a una persona,
enamorarte,... Nada está planeado. Nadie escoge su amor, ni el
momento, ni la persona, ni la edad, ni el sitio... Son solo cosas que
pasan porque tenían que pasar, así sin más.
Quizás, en más de una ocasión te
hallas parado a pensar el porqué de algo, porqué te ha pasado eso a
ti o a otra persona, porqué sigues aquí, porqué no encuentras lo
que buscas,... Perdemos demasiado tiempo buscando las respuestas que
no existen a nuestras preguntas, en vez de aprovechar el poco tiempo
que nos queda en este mundo al que llamamos vida. No hay que buscar
los porqués, las cosas pasan porque tienen que pasar. Tarde o
temprano todo cobrará sentido, las piezas sueltas del puzle volverán
a encajar una tras otra, y entenderemos que lo que ha sucedido ha
tenido una finalidad.
Todo en esta vida es temporal, nada
dura para siempre. Así que, si las cosas van bien, es mejor
aprovecharlas antes de que el pasado pase página, disfrutarlas antes
de que terminen. Y si las cosas van mal, no te preocupes, ya llegará
la hora en que terminen.
La vida es irónica, pues se necesita
tristeza para saber qué es la felicidad, y ausencia para valorar la
presencia. Todo consiste en disfrutar y valorar las pequeñas cosas,
porque puede que un día vuelvas la vista hacia atrás y te des
cuenta de que esas cosas eran grandes.
Un gran héroe dijo una vez: “Las
pérdidas son positivas. Sé que cuesta creer en ello, pero las
pérdidas son positivas. Tenemos que aprender a perder. Debes saber
que tarde o temprano todo lo que ganas lo perderás.” Y es que,
Albert Espinosa, tiene mucha razón. Todo lo malo, aunque cueste
creerlo, acaba convirtiéndose con el tiempo en algo bueno. Las
pérdidas siempre acaban convirtiéndose en ganancias.
Nunca dijeron que la vida sería fácil,
sólo prometieron que valía la pena vivirla.
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