Nada más llegaba a casa después de un duro día de instituto
y lo primero que hacía era coger sus cascos, su móvil, su libro favorito y su
bicicleta. Luego montaba en ella, buscaba su canción favorita y se sumergía en
la dulce melodía mientras se dirigía a la colina del árbol solitario que había
a la salida del pueblo. Sin duda aquella colina era para ella el mejor lugar
del mundo, donde podía estar sola y únicamente con su música y sus mundos de
fantasía. No había nada mejor en el mundo que eso, un buen lugar para estar con
un buen libro y una buena canción… eso era el paraíso. Mientras montaba en su
bicicleta, el viento le acariciaba suavemente las mejillas, y le susurraba
dulcemente al oído a la vez que el sonido se mezclaba con la melodía de su
canción. Cuando llegaba a la colina, colocaba la bicicleta aún lado y se
acurrucaba a los pies del gran árbol junto con su libro y su música. Y pasaban
los segundos, los minutos y las horas, y ella no se percataba de que el tiempo
seguía. Estaba tan sumergida en su paraíso que le daba igual todo lo que pasase
a su alrededor. Su mundo era solamente su libro y su buena música. Lo demás
solo era el mundo de los demás, no el de ella. No le hacía falta viajar más
lejos de donde ya se encontraba, ya que tenía todo lo que le hacía falta. Aquel
libro le podía transportar hacia el lugar y la época que ella deseara. Y
aquella música era su fiel compañera que jamás de los jamases la abandonaría
por nada de lo que pasase. Ella era feliz así, en su mundo ideal. Quizás esa
era una de las razones por la que los demás la trataban como una “chica rara”,
porque ella era diferente a ellos.
A los demás le gustaban las fiestas hasta las 9 de la mañana
, beber hasta no ser persona, la adrenalina que se segrega tras una pelea , la
locura de hacer cosas sin pensar , el tabaco, las malas formas,…
Para ella, su fiesta era cada página que leía, su bebida
cada canción que oía, su adrenalina el viento acariciándole las mejillas, su
locura caminar sin rumbo alguno, su tabaco la inspiración del olor a libertad…
En su día a día estaba completamente sola, nadie quería
estar con ella. Pero realmente le daba igual, porque al llegar a casa le estaba
esperando su bicicleta, su libro, sus cascos y su música. Y aquello era lo que
verdaderamente importaba, que ella era feliz así.
No iba a cambiar por complacer a nadie porque… ¿ si ella era
feliz en su mundo de fantasía, para que cambiar?
Que nunca nadie te diga qué puedes y qué no puedes hacer,
porque es tu vida, tu forma de disfrutar del mundo. Es tu fantasía y tu
felicidad, no dejes que nadie se interponga en tu camino. Si hay algo que
realmente te hace feliz, persíguelo y no lo dejes escapar, aunque los demás te
digan lo contrario.
Solo tienes que creer en ti.
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