viernes, 4 de diciembre de 2015

«Nunca más, mi rey.»

Otra noche más tumbada en la cama,
ya no puede más, está cansada
se abraza con fuerza a su almohada llena de lágrimas
temiendo oír el tintineo
de la puerta abrir de nuevo.

Sus ojos ya no resplandecían
como luces desde aquel día,
cuando la primera marca morada quedó en su piel
y sus palabras resonaban una y otra vez:
“nunca más, mi reina”.

Esperanza en que sus palabras fueran ciertas
era lo único que conseguía mantenerle despierta,
pero los días pasaban, los daños aumentaban,
el dolor se convertía en rutina, el miedo invadía su vida
y se daba cuenta de que, aquellas palabras
tan solo estaban llenas de mentiras.

Pensaba sin cesar
como ocurrió todo ese mal,
sin poder ir más allá del mero recuerdo
de un insulto, un golpe,
y luego ella, en el suelo.

Soñaba con el día
en el que todo fuera como antes
lleno de luz, de armonía,
pero todo se desvanecía
cuando la historia cada noche se repetía.

Su rostro antes rosado
se veía oscuro y abultado,
sin la gracia que antes tenía
sin la vida que ella quería.

Lloraba ella y lloraban sus hijos,
abrazados todos en corro,
tratando de proteger con sus vidas
la bella dama que amaba a una peligrosa bestia.

“¿Qué fue de ese amor que sentías, mi rey? “
Se preguntaba ella sin cesar,
“¿Qué fue de ese chico amable que consiguió enamorarme?
Miro dentro de tus ojos y solo veo oscuridad,
sueños rotos.

¿De verdad iba a vivir con toda esa pena?
¿Valía la pena amar a una bestia?
Miraba los rostros humedecidos de sus hijos
y todas las respuestas se alinearon como estrellas en el cielo.

Hizo lo más rápido que puedo las maletas,
estaba dispuesta a abandonar esa casa de tormentas,
giró despacio el pomo de la puerta
y salió tras ella con sus hijos y un único pensamiento
en la cabeza: “Nunca más, mi rey.”



viernes, 3 de julio de 2015

«Condenados a la red de espinas.»

Sentada a los pies de la raíz del cerezo viendo cómo el cielo azul caía sobre mí, cómo los pájaros se posaban en las ramas y acompañaban con sus cantos el silbido del viento, cómo las hojas de los árboles se movían lentamente ocultando los tenues rayos del sol del atardecer, y tocando su cabello rizado que descansaba sobre mis rodillas, me di cuenta de algo que había estado delante de mí todo este tiempo pero que no había tenido aún el valor de aceptar: lo quería, sí, lo quería de verdad. Lo sabía desde aquel momento en que sus ojos se encontraron con los míos y me lanzó unas de esas sonrisas que hacen que yo también sonría automáticamente por muy mal que esté. Lo sabía en el instante en que escuché su voz y me pareció que sonaba mejor que cualquier instrumento musical existente en el mundo. Lo sabía cuando mis manos tocaron por primera vez las suyas y consiguió erizarme todo el vello del cuerpo. Lo sabía… porque mi mayor temor en esos precisos momentos era perderlo, que algún día desapareciera de mi vida y se convirtiera en un simple recuerdo. Y por esa misma razón no quería aceptar el hecho de que me había enamorado de él. No quería saber lo inevitable, lo que atormenta a cada una de las personas que están enamoradas en este mundo: sí amas, estás firmando un pacto para sufrir de cualquier forma. Pero, como he dicho antes, es inevitable. El amor es inevitable.  Los humanos somos seres hechos para amar y ser amados, afortunada o desgraciadamente. Nos exponemos al riesgo que conlleva caer en la red de espinas de eso que llaman amor. Nadie se salva, todos estamos condenados.

Pero es una dulce condena, porque si todo fuera sufrimiento y dolor, nadie amaría. ¿Todo lo bueno tiene algo malo y todo lo malo tiene algo bueno, no? Lo bueno de esta red de espinas es que te permite conocer a las personas que hay en su interior y darte cuenta de, que sin ellas, quizás todo sería diferente. Hay personas que conseguirán, de una forma u otra, que tu vida merezca la pena; otras les darán sentido a ella; algunas te levantarán cuando caigas o se sentarán a tu lado si no pueden levantarte; te encenderán una luz cuando tú sólo veas oscuridad; descongelarán tu corazón helado; te darán fuerzas cuando tu creas que careces de ellas;… Y todo eso sólo por una razón: porque todos estamos dentro de la red llamada amor. Y es una red con espinas porque trata de proteger lo que lleva en su interior. Sin duda alguna, todos estamos condenados al amor.

viernes, 29 de mayo de 2015

60 segundos

Millones de planes y cosas son las que tenemos planeadas para hacer en un futuro. Nos pasamos la vida deseando conseguir algo, pensando qué debemos hacer para obtenerlo, qué pasos tenemos que seguir para hallarlo en el futuro. Algunos desean recorrer todos los rincones del mundo; otros ejercer en la profesión que les guste; abrir una galería de arte; tener su propia tienda de moda; hacer una película; publicar un libro; salir con la chica o chico de sus sueños; formar una familia; ser recordado en el mundo; lanzar su propio disco de música; terminar con la pobreza en el mundo; eliminar la contaminación del planeta; tener una carrera; caerle bien a todo el mundo; hacer de este un mundo mejor,…
Pero, ¿y si te dieran tan solo un minuto de vida? ¿Qué harías sabiendo que tu vida acabaría una vez transcurridos esos 60 segundos? Tal vez la mayoría conteste: los viviría al máximo. Pero en realidad, la realidad es mucho más triste.
Quizá muchos correrían a hacer mil locuras, a vivir cada segundo sin pensar en lo que están haciendo, pues tan solo desean disfrutar hasta el último momento. Y la gran mayoría de nosotros, nos quedaríamos sentados esperando a que pasase algo asombroso que nos hiciera levantarnos de golpe y cambiar de opinión. Pero lo que no sabemos es, que lo único asombroso que podría haber pasado ya ha pasado, y ni siquiera nos hemos percatado de ello: la vida.
Y otros, una pequeña minoría, pueden que se tomen un segundo, tan solo uno de esos 60, pues no les hace falta ni uno más, y se armen de valor para realizar aquello que tanto desean, pues si no lo hacen nadie lo hará por ellos. Los que deseaban recorrer cada rincón del mundo se levantarán y empezarán a descubrirlo poco a poco; los que quieran trabajar en lo que les guste comenzarían a esforzarse por aquello que anhelan; los que quieran abrir una galería de arte aprenderían primero a amarlo; los que desearían tener su línea de moda se amarán antes a sí mismos; los que quieran hacer su propia película aprenderían a controlar sus propias emociones; quien desea publicar un libro amaría cada palabra y signo del mundo; el que quiera salir con el chico/a que le guste se armará de valor para hablarle; quien desee formar una familia estará con su pareja en las buenas y en las malas; el que desee ser recordado hará algo digno para que lo recuerden; los que quieran lanzar su disco de música aprenderán a respetarla como tal en todas sus formas; quien desee acabar con la pobreza aprenderá a compartir con los que menos tienen; los que anhelen acabar con la contaminación dejarán de tirar basura a la calle y respetarán cada florecilla que haya en su camino; quien quiera tener una carrera se esforzará para sacarla desde el principio; el que desee caerle bien a todo el mundo empezará a dejar su ego de un lado y ponerse en lugar del otro; quien quiera hacer un mundo mejor hará todo lo posible para conseguirlo y dejará de estar de brazos cruzados esperando que cambie solo, pues no lo hará.

Y con todo esto te vengo a decir, que la vida es un minuto a cámara lenta. Si dejamos escapar tan solo 1 segundo de ella, ya no lo podremos recuperar jamás, pues no se nos dará una segunda oportunidad. Que lo que no hagas hoy, puede que mañana ya no estés aquí para hacerlo. Que si quieres algo lucha por ello, porque si no luchas  por lo que quieres, otra persona lo hará en tu lugar y perderás aquello que tanto amabas. Aquí es el ahora o nunca; es pensar menos y sentir más; el nadar o dejarse hundir; el vivir… pero vivir intensamente.

Cris dice: Hola! Siento no haber escrito antes, pero los exámenes y demás han podido conmigo. Podéis encontrar esta misma entrada leída por mi y acompañada con música en el siguiente vídeo que aquí dejo en mi canal. Mil gracias por todo! <3

https://www.youtube.com/watch?v=JvNY4VWPioI

domingo, 21 de diciembre de 2014

«Vivo de poesía.»

Un folio en blanco y un bolígrafo. Tan solo necesitaba eso para sacar, como solía decir mi abuelo, la magia que dentro albergaba en mí. Era muy sencillo: preparaba una taza de café amargo con dos azucarillos, ponía la sinfonía nº 40 de Mozart en el radiocasete, corría las cortinas y abría las ventanas de par en par para dejar entrar en la habitación toda la luz y brisa posible, colocaba la mesita de madera de mi madre de cara a la ventana, para poder ver el hermoso cielo azul, y cogía el bolígrafo. Ya no hacía falta hacer nada más, excepto escribir y escribir todo lo que pasaba por mi cabeza. La magia llegaba sola. Activaba mi mano para escribir cosas asombrosas dictadas por mi cerebro. La magia llegaba sólo y cuando quería, ya podía estar en el metro, en el baño, o un entierro. Y cuando llegaba necesitaba apuntar donde sea pequeñas notas para no olvidar nada de lo que me transmitía. Luego, cuando volvía a casa, comenzaba mi pequeño ritual de colocación para empezar a transcribir las anotaciones al folio, y una vez echo, la magia volvía a mí. Podría decir que en realidad nunca se va, siempre permanece. A veces ausente, pero permanece. Ella sabe cual es el momento ideal para salir. Mi abuelo siempre me decía que las cosas pasan sólo y cuando tienen que pasar, en su tiempo, en su lugar, y en su momento. Y nunca hay que dejar escapar esos momentos, pues jamás volverán a repetirse.” La vida no se presenta con segundas oportunidades.” Me decía. Me gustaba escribirle y dedicarle todos los versos que escribía. Por eso sigo escribiendo, solo y exclusivamente para él. Nadie más puede leer mis versos, pues desaparecen en el cielo.
«Vivo del papel sobre el que desplazo mi lápiz,
   del dibujo que trazo sobre el lienzo
   de la música que escucho mientras sueño,
   o la que escucho mientras escribo en el folio en blanco.
   Vivo de la fotografía a color,
    y también la de en blanco y negro.
    Vivo de los animales,
    de los gatos y de los perros.
    Vivo de la lluvia y de los días de sol,
    vivo del mar y de su aroma
    a tierra mojada.
    Vivo del frío de un adiós,
     y del calor de un abrazo.
    Vivo del cielo azul y de los días grises,
     de las rosas que marcan
     senderos de espinas.
     Vivo de las letras, vivo
     de poesía.
     Vivo de las canciones,
      y de tocar sinfonías.
      Vivo de caricias y besos
      sin despedidas.
      Vivo de llantos y puede
      que de risas.
      Vivo de suspiros y alguna que otra sonrisa.
      Vivo del ahora
      y del pasado vivido.
      Vivo de ti
      y solo vivo si es contigo. »

Doblaba mis versos en forma de carta, y luego la ataba con una cuerdecita a un globo. Me acercaba a la ventana, y mientras terminaba de beberme mi café aún caliente, soltaba el globo. Apoyaba mi cabeza sobre el alféizar de la ventana y veía como ascendía lentamente, hasta desaparecer en el inmenso cielo. Después, cuando mi vista ya no lo podía alcanzar, sonreía. Una persona nunca muere si no permanece en el olvido.

sábado, 27 de septiembre de 2014

«Luchadores que llevan demasiado tiempo siendo fuertes. »

Cascos en la cabeza y música a todo volumen para evadirse del mundo por unos minutos.
Así iba ella, caminando por la calle, sin rumbo y sin sentido, con pasos inseguros y fríos que congelaban todo a su alrededor, con los ojos clavados en el asfalto pero la mirada perdida pensando en quien sabe qué, con suspiros que se escapaban entre el sonido que tarareaba de las canciones, con los dedos entre lazados entre sí mismos para llenar ese hueco que hay entre ellos y que un día alguien llenó, con los ojos brillantes y húmedos pero fríos y oscuros de los que no brotaba ninguna lágrima delante de nadie, y con una gran sonrisa en la cara, pero no de felicidad, sino llena de dolor.
Percibió un pequeño banco a los pies de un árbol y se sentó allí mientras observaba a la gente pasar a su alrededor ignorándola por completo, como si ella fuese completamente invisible. Seguía con la mirada clavada en la muchedumbre, pero ella no estaba realmente allí. Se encontraba sumida en sus pensamientos, tan oscuros y fríos como la misma noche, perdiéndose entre todos y cada uno de ellos.

-Hey, ¿qué haces aquí?

Un chico alto y rubio con ojos color esmeralda se sentó a su lado. Ella se sobresaltó, pero consiguió volver a la realidad de la cual había desaparecido por unos momentos.

-Ah, eres tú. No me había percatado de que estabas aquí.-Dijo mientras sonreía ampliamente-

-Claro, como siempre estás escuchando música y metida en tu mundo… -Bromeó él, pero en seguida calló y cambió de tema al ver que ella dejaba de sonreír por unos segundos y miraba a otro lado.- Bueno y, ¿cómo estás?

-Pues bien, muy bien sí. ¿Y tú?-Dijo mientras sonreía de nuevo-

Él no respondió, tan sólo se quedó observándola atentamente a los ojos. Se había percatado del brillo de tristeza que estos vislumbraron cuando dijo que “estaba muy bien”. Acto seguido, se acercó hacia ella y la abrazó fuertemente, como si quisiera unir y arreglar todos sus pedazos rotos.

-¿Y este abrazo?- Preguntó ella.

-Porque yo sé que realmente no estás tan bien como dices.

Entonces, como si hubiera explotado un globo de agua en sus ojos, comenzó a llorar como nunca lo había echo. Lloró, lloró así sin más, tan solo por el hecho de que alguien se había dado cuenta de que no estaba bien como siempre solía decir. Lloró porque el dolor que llevaba dentro era tan grande que ya no le cabía en el pecho. Lloró por todos los recuerdos que tanto daño le estaban haciendo. Lloró por todo lo que un día fue, y lo que es hoy.

-Vamos, tranquila. Puedes llorar todo lo que quieras, pues llorar no es de débiles, sino de valientes luchadores que llevan demasiado tiempo siendo fuertes. Pero por más triste que sea el motivo, no te derrumbes, no cedas. De 100 pasos que hay que dar, ya has dado 99. Uno más, tan sólo uno más. No te rindas ahora, es demasiado pronto aún para darlo todo por perdido. Cuando quieras tirar la toalla, recuerda la razón por la cual te has mantenido fuerte todo este tiempo. Puede que la vida no sea la fiesta que esperábamos, pero mientras estemos aquí, bailemos.



sábado, 23 de agosto de 2014

Capítulo XXIV- La vida es un sinfín de echar de menos.

Echar de menos, lo que se dice echar de menos… son tantas cosas. Cosas como personas que marcaron un antes y un después en nuestras vidas; objetos que acabaron teniendo un gran valor para convertirse en recuerdos; sensaciones nuevas que aparecen de golpe y sin venir a cuento; experiencias que por desgracia nunca volveremos a sentir lo mismo; personas que jamás te pertenecieron pero siguen ahí, en un hueco dentro de ti, y tú aún las sigues extrañando; amigos que se fueron sin decir ni una palabra; fotografías mentales de momentos preciosos; frases dedicadas llenas de inmenso cariño; perfumes y aromas que quedan grabados en tu memoria; lugares que, a pesar de que estés lejos de ellos, siempre estarán muy dentro de ti.

En realidad echar de menos no es bueno, nunca lo fue ni lo será, básicamente porque duele.
Nos hace notar lo que no tenemos, lo que un día tuvimos, y que probablemente jamás volverá.
Y aún sabiendo que duele, nos la jugamos. Nos dejamos llevar por los recuerdos, dejamos que vuelvan para recordarlos… recordar aquellos instantes en los que sentimos una felicidad inigualable. Pero de golpe caemos en la realidad, nos damos cuenta de que sólo son simples recuerdos, y que nunca se volverán a repetir.

Aunque, al fin y al cabo, es inevitable echar de menos.  En algún momento extrañaremos aquello que vivimos, tuvimos o experimentamos hace tiempo. Lo quieras o no. Te guste o no. Es algo que no podemos cambiar. La vida es un sinfín de echar de menos.

Y, aunque duela, tenemos que ser capaces de superar el dolor que nos causa recordar y seguir adelante. No podemos quedarnos anclados al pasado. La vida sigue, ya sea contigo o sin ti. Tú decides unirte a ella o dejarla pasar. Y vendrán más, muchos recuerdos más. Y miles de experiencias, personas, sensaciones, cosas y lugares que acabarán igual, convirtiéndose en recuerdos. Y nosotros volveremos a recordar, volveremos a echar de menos. Pero recuerda que el pasado, pasado está. Vive el presente, deja que venga el futuro que espera venir, porque vida solo hay una, y no merece la pena desaprovecharla viviendo de recuerdos.
Despídete con una sonrisa de aquello que se fue, y no lo olvides nunca. Pero sonríe aún más por todo lo que llega.

jueves, 17 de julio de 2014

«A veces el paraíso no es un lugar, sino una persona.»

Dejar que el viento acaricie suavemente tus mejillas sonrosadas. Que los rayos de sol penetren directamente en tu piel. Escuchar tu canción favorita en tu lugar favorito inmune al mundo. Oír las olas rompiendo en la orilla. Oler la suave fragancia del mar. Sentir el cosquilleo del agua alcanzando los dedos de tus pies. Olvidarte del mundo por unos momentos y sentir la libertad dentro de ti. Fotografiar cada pequeño detalle que te haga feliz, y que al mirar la fotografía vengan miles de recuerdos a tu mente. Tener a tu lado a la persona por la cual harías lo imposible para que nunca perdiese esa sonrisa, donde te quedas atrapada una eternidad. Quizás estos pequeños detalles que pasan desapercibidos son los que demuestran que la vida vale la pena vivirla, o al menos lo eran para ella.

-¡Oye, para! ¡Deja de hacerme cosquillas o no podré hacer la foto! –Le dijo ella mientras intentaba fotografiar a una pequeña gaviota que había aterrizado en la arena cerca de ambos.

Él paró durante unos segundos y dejó que se incorporase de nuevo para poder hacer la foto. Justo cuando iba a pulsar el disparador, posó sus manos lentamente en su cintura y volvió a hacerle cosquillas. La gaviota, al escuchar los gritos y las risas, alzó el vuelo y se perdió en el cielo azul volviendo a su bandada.

-Eres idiota… Por tu culpa no he podido hacer la foto.-Le dio un fuerte golpe en su brazo.
-Ay, lo siento… Pero estabas tan concentrada que no podía evitar la tentación.
-Ah… Pues entonces, ¡ yo no puedo evitar la tentación de pegarte!-Le golpeó de nuevo.

Él se incorporó, la cogió en brazos y la colocó encima de sus hombros mientras ella pataleaba y gritaba para que la bajase. Cuando dejó de patalear, la volvió a bajar y se sentaron en la arena, donde el agua les acariciaba dulcemente los pies. Él la miraba con una sonrisa inocente, y ella le miraba malhumorada por no haber podido hacer la foto.

-Eres tonto.-Le dijo ella mirándolo a los ojos.-Pero... joder, eres un tonto por el cual daría mi vida si hiciera falta.
-Soy un tonto con suerte.
-Con mucha suerte diría yo.

Él se acercó poco a poco a ella mientras le acariciaba la mejilla y la atraía poco a poco hacia sí. Luego la besó dulcemente. En ese momento, ella se sentía atrapada… atrapada entre el encanto de sus ojos y perdida en el brillo de su sonrisa.
El sol se ponía en el horizonte bajo las olas. Los escasos rayos de luz se mezclaban con el agua marina. Las estrellas empezaban a salir poco a poco, y la Luna aparecía lentamente para sustituir al sol.

-Mira, mira que vistas.-Le dijo él alejándose un poco de ella.
-Es precioso…-Cogió rápidamente su cámara e hizo una foto.- ¡Al fin una foto merecedora! – Se quedó unos segundos mirando la foto.-No hay nada más bonito que la fotografía.
-Estás tú. Y tú la superas con creces.
-Idiota… - Le dijo mientras le besaba entre risas.
-¿Sabes una cosa? A veces el paraíso no es un lugar, sino una persona. Permanecería en el paraíso todos los días de mi vida. O dicho de otra forma, permanecería contigo todos los días de mi vida.



sábado, 28 de junio de 2014

Capítulo XXIII- Pérdidas en ganancias.


Así es la vida, todo ocurre de imprevisto: un suceso, un miedo, conocer a una persona, enamorarte,... Nada está planeado. Nadie escoge su amor, ni el momento, ni la persona, ni la edad, ni el sitio... Son solo cosas que pasan porque tenían que pasar, así sin más.
Quizás, en más de una ocasión te hallas parado a pensar el porqué de algo, porqué te ha pasado eso a ti o a otra persona, porqué sigues aquí, porqué no encuentras lo que buscas,... Perdemos demasiado tiempo buscando las respuestas que no existen a nuestras preguntas, en vez de aprovechar el poco tiempo que nos queda en este mundo al que llamamos vida. No hay que buscar los porqués, las cosas pasan porque tienen que pasar. Tarde o temprano todo cobrará sentido, las piezas sueltas del puzle volverán a encajar una tras otra, y entenderemos que lo que ha sucedido ha tenido una finalidad.
Todo en esta vida es temporal, nada dura para siempre. Así que, si las cosas van bien, es mejor aprovecharlas antes de que el pasado pase página, disfrutarlas antes de que terminen. Y si las cosas van mal, no te preocupes, ya llegará la hora en que terminen.
La vida es irónica, pues se necesita tristeza para saber qué es la felicidad, y ausencia para valorar la presencia. Todo consiste en disfrutar y valorar las pequeñas cosas, porque puede que un día vuelvas la vista hacia atrás y te des cuenta de que esas cosas eran grandes.
Un gran héroe dijo una vez: “Las pérdidas son positivas. Sé que cuesta creer en ello, pero las pérdidas son positivas. Tenemos que aprender a perder. Debes saber que tarde o temprano todo lo que ganas lo perderás.” Y es que, Albert Espinosa, tiene mucha razón. Todo lo malo, aunque cueste creerlo, acaba convirtiéndose con el tiempo en algo bueno. Las pérdidas siempre acaban convirtiéndose en ganancias.
Nunca dijeron que la vida sería fácil, sólo prometieron que valía la pena vivirla.

viernes, 13 de junio de 2014

« Los polos opuestos se atraen.»




Nada más llegar a casa se encerraba en su habitación, ponía la música a todo volumen para no escuchar sus propios pensamientos y se tiraba horas y horas tirada en la cama, sin hacer nada. Todo había cambiado de un momento a otro. Ya no le importaba nada, pues había perdido lo único que le importaba en esta vida; lo había perdido a él, y perdiéndolo a él, lo perdía todo. Pero aquel día, a pesar de tener la música alta a más no poder, sus pensamientos gritaban aún más fuerte. Miles de recuerdos atravesaron su mente en cuestión de segundos, y de sus ojos empezaron a brotar miles de lágrimas, una tras otra, deslizándose por su rostro como una carrera de fórmula 1 se tratase. Entonces sacó rápidamente su móvil de su bolsillo del pantalón, abrió los mensajes, y, como era de esperar, allí estaba su nombre reflejado; el nombre que con tan solo oír pronunciar le hacía estallar en un mar de lágrimas. Y como alma que lleva el diablo, comenzó a escribir todos y cada uno de los pensamientos que atravesaban su mente:

“Pues sí, ya no aguanto más. Debo decirte que te echo de menos, y no es poco.
Solo quiero que vuelvas. Que contigo duele, pero sin ti esto se hace imposible. Necesito que me vuelvas a abrazar, a cogerme de la mano, a cogerme en brazos, a sonreír cuando me mirabas, a estar todos los días contigo, a dormirme con tus ' buenos días pequeña' y despertarme con tus 'buenos días dormilona', abrazarte fuertemente y no soltarte hasta dejar tu perfume en mí, a escuchar tu voz, a reírme por cualquier tontería que decías, a hablar contigo todos los días, a preocuparte por mi, a no tener miedo de perderte, a que cada día sea único e inolvidable contigo, a no dejarte escapar. Solo quiero que todo sea como antes… Solo quiero tomar valor, acercarme a ti, mirarte a los ojos y preguntarte: ¿Acaso tú no me extrañas como yo te extraño, imbécil?
Pues eso, que te echo de menos, pero quizás no te eche de menos a ti, sino a la persona que creí que eras. ¿Que no puedo dejar de pensar ni un solo día en ti? Cierto. ¿Que todos los días sueño en que volvemos a estar juntos? Por supuesto. ¿Qué no me di cuenta de lo que tenía hasta que lo perdí? Puede. ¿Que no puedo vivir sin? Sí, sí que puedo vivir sin ti, pero no quiero. “

Vaciló por unos segundos. Su vista se nublaba debido a la acumulación de lágrimas en sus ojos. No estaba segura si enviarlo o no. Pero luego pensó que más valía perder el orgullo por la persona a la que amas, que perder a la persona a la que amas por orgullo. Su dedo se deslizó por la pantalla de su móvil. Un solo movimiento, miles de sentimientos. Ya le había enviado varios mensajes de los cuales no obtuvo respuesta alguna. Pero aquel era diferente. No eran solo palabras vacías y sin sentido; eran palabras llenas de sentimientos, de dolor, de esperanza, de amor, de desear convertir lo imposible en posible,… eran palabras llenas para él.
Quizás aquel mensaje no serviría para nada, pero al menos ella lo intentó. Y ya no podía hacer nada más, puesto que lo había intentado todo. Había luchado hasta el final, había tocado y sobrepasado el límite. Ahora todo dependía del destino, de sus ganas de estar juntos, de si realmente le había importado alguna vez, de que si quería olvidarla o recuperarla, de que todo esto solo sería un simple recuerdo o una anécdota de superación entre ambos, de que algún día volviesen a reencontrarse en sus caminos, de que si verdaderamente se cumplía el dicho de “los polos opuestos se atraen”. 

domingo, 11 de mayo de 2014

Capítulo XXII- El silencio es nuestro grito más fuerte.



-¿Cómo estás?
- D̶e̶s̶t̶r̶o̶z̶a̶d̶a̶.̶R̶o̶t̶a̶.̶H̶u̶n̶d̶i̶d̶a̶.̶D̶e̶r̶r̶o̶t̶a̶d̶a̶.̶ ̶H̶e̶r̶i̶d̶a̶.̶I̶n̶ú̶t̶i̶l̶.̶D̶e̶s̶i̶l̶u̶s̶i̶o̶n̶a̶d̶a̶.̶D̶é̶b̶i̶l̶.̶ ̶C̶a̶n̶s̶a̶d̶a̶.̶I̶n̶f̶e̶l̶i̶z̶.̶S̶o̶l̶a̶.̶  Bien.

Siempre la misma pregunta, siempre la misma mentira.
A veces resulta imposible explicar a otras personas como te encuentras en un preciso momento, no porque no confíes en ellas, sino porque no hay palabras que definan lo que sientes.
Las mentiras, las desilusiones, las promesas rotas, las falsas esperanzas, sueños destrozados, amores marchitados, tu mundo hecho pedazos… ¿ qué más?  Siempre es igual, nunca salen las cosas como uno quiere, nunca puedes confiar en el destino, le justa jugar a hacernos creer cosas que realmente son lo contrario.
Pero, ¿ qué más da? Una se va acostumbrando a todo esto. Una se va acostumbrando a que, cuando crees que eres realmente feliz, alguien venga a demostrarte lo contrario, a hacerte daño, a hundirte. Y aunque por fuera aparientas ser fuerte, que nada de eso te importa, que no tienes corazón para que no puedan rompértelo, que nada te hace daño,… en el fondo no es así. En el fondo solo quieres a alguien que te abrace y que te diga que todo va a salir bien, alguien que te apoye en cada momento, alguien que te abrace tan fuerte que vuelva a unir todos tus pedazos rotos. Y solo quieres gritar, escapar, desaparecer, huir muy lejos de donde estés,… pero no puedes. Hay algo que te tiene atrapada y no te deja liberarte, por lo que no puedes hacer nada, tan solo seguir donde estás, fingiendo que todo va bien, que tu vida es perfecta cuando en realidad no lo es, y tan solo puedes esperar que llegue alguien a tu vida para cambiarlo todo, porque en realidad, las cosas llegan cuando dejas de buscarlas.
A veces el silencio es nuestro grito más fuerte…
Es irónico saber que la persona que más feliz te hizo, es ahora la que más dolor te provoca. Porque así como llegó se fue, con sus promesas rotas y haciendo lo que dijo que nunca haría.
Cuando más necesitas a una persona, más lejos ves que está de lo que realmente pensabas.
En algún momento te darás cuenta que has hecho demasiado por alguien, que el siguiente paso sólo puede ser pararse, dejarlo solo y alejarte. No es que estés renunciando o que no hayas luchado con suficientes fuerzas, es que debes entender que has sobrepasado el límite, y ya no puedes hacer nada más.
Pero ahí sigues tú, ahí sigo yo, esperando que algún día pase algo, que algún día todo vuelva a ser como antes, que esa persona vuelva,… pero ten claro una cosa: si algo es realmente tuyo, lo será. No importa el tiempo, ni la distancia, ni nada, pero volverá a ti. Y si algo no te pertenece, no importa cuanto luches por él, porque nunca lo podrás lograr.