Libre. Esa era la palabra que ocupaba toda su mente, la que
producía un terrible eco en su cabeza, la que no podía dejar de pensar en todo
el día, la que siempre había soñado hacer,… Esa era la palabra que lo resumía
todo. Ella, una chica normal, del montón, atrapada en aquella sociedad tan
cruel que la pisaba cada día. Solo podía escapar de ella por la noche, cuando
dormía, solo en sus sueños. Y nunca quería despertar, nunca, porque sabía que
si despertaba, volvería a estar atrapada de nuevo en aquella terrible sociedad.
Pero no podía quedarse atrapada tampoco en sus sueños. Necesitaba vivir, salir,
divertirse, no tener preocupaciones, no volver a llorar nunca más por la culpa
de los demás, tenía que reír, bailar, viajar, ser feliz…Necesitaba ser libre por
fin.
Siempre escondía su cabeza entre sus alas cuando tenía
miedo, cuando algo le salía mal, cuando tenía ganas de morir. Casi todo el día
estaba acompañada por su familia, por sus compañeros de clase, por sus amigas…
Pero aún así, se sentía sola. En realidad no tenía a nadie con quien poder
hablar, con quien poder contarle sus penas y sus tormentos, no tenía a nadie de
confianza. Para ella ya no existía la felicidad. Todas sus sonrisas eran
falsas, prefería sonreír en vez de dar tantas explicaciones. Era buena persona.
Había algunos que la admiraban por como era, y otros que la odiaban por el
mismo motivo. Y eso le dolía. Le dolía que las personas la odiasen, la pisasen,
y la insultasen por ser buena persona, por callar las cosas, por no montar
peleas, por preocuparse más por los demás que de sí misma. Pero ella no
cambiaba, no podía. Ella trataba a las personas como le gustaría que la
tratasen a ella, a pesar de que algunos no se lo merecían.
Pero un día, decidió
que era el momento de despertar de aquella pesadilla. Decidió que había llegado
la hora de escapar. Se secó aquellas lágrimas que siempre le recorrían el
rostro, sacó su cabeza que se encontraba ocultada por sus alas y se puso en
pie. Respiró, pensó en lo que estaba apunto de hacer, e inspiró. Por primera
vez, tenía una sonrisa en la cara verdadera. Se sentía feliz, y sobre todo
fuerte. Y dio un paso hacia delante, firme, valiente, segura de sí misma. Ya no
le importaban las burlas; ya no le importaban los insultos, ni los rechazos, ni
los malos comportamientos, ni su soledad. Ya no le importaba nada. Solo le
importaba conseguir ser feliz de una vez por todas.
Para ella, había llegado el momento de ser libre.
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