Sin darnos cuenta, el tiempo pasa mucho más rápido del que
nosotros creemos, solo tenemos que cerrar los ojos y abrirlos de nuevo, y todo
a cambiado. Ya nada es como antes, ya nada es igual, ya nadie llega a ser como
era, todo pasa… todo cambia… todos crecemos.
De niños deseamos crecer para ser
adultos, deseamos ser alguien importante en la vida; y de adultos solo queremos
volver a ser niños. Siempre he querido que existiera una máquina del tiempo que
nos pudiera llevar otra vez a aquellos momentos felices que vivimos de niños,
para vivirlos una y otra vez. O mejor aún, siempre he querido vivir como Peter
Pan, en el país de nunca jamás, donde allí nadie crece y todos son niños
felices, que juegan y se divierten, que no saben lo que son los problemas, que
se pasan el día soñando sin conseguir un final, que sonríen por cualquier cosa.
Pero esto son solo fantasías, ya que nuestra naturaleza es crecer y
convertirnos en adultos.
La mayoría de las personas no cambian con el tiempo,
solamente crecen. Y ese es el problema. Creen que han cambiado porque han
crecido y ha llegado el momento de cambiar y de hacerse “adultos”, donde ya no
se juega, donde ya nada es divertido, donde ya nada te hace feliz Pero, aunque
crezcamos, no debemos de perder nunca el niño que llevamos dentro. Puede
quedarse ahí, oculto, pero sigue ahí. Y debería de salir en el momento más
oportuno, por ejemplo cuando estamos deprimidos, para olvidarnos de los
problemas y conseguir hacernos sonreír de nuevo, con los recuerdos más queridos
de nuestra infancia. Crecer no tiene porque significar abandonar la infancia…
crecer no significa abandonar lo que una vez te hizo feliz.
Por mucho que crezcamos, siempre soñaremos con un mundo en el que
podíamos ser felices sin preocupaciones; siempre soñaremos con ser niños de
nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario