Recuerdos, esos momentos que nos hacen reír o llorar
recordándolos. Son tan fuertes, que consiguen controlarnos y hacernos olvidar
todo lo que estamos haciendo para centrarnos en ellos en cualquier momento.
Cuando vives algo que ha marcado tu vida, se transforma en un recuerdo que
queda guardado en el corazón, y allí permanece oculto, olvidado, hasta que
llegue el momento de salir de nuevo, para modificar nuestro presente. No lo
podemos evitar, ellos están ahí, nunca se marchan, y son ellos los que deciden
cuando deben salir y cuando no. Son acciones del pasado que, lo quieras o no,
nos acaban afectando a nuestro presente.
Hay dos tipos de recuerdos: los
felices y los que queremos olvidar para siempre. Dentro de los felices destacan
los momentos de nuestra infancia: nuestro primer juguete, nuestros amigos, las
fiestas en familia, las risas y los juegos, los dibujos animados,…; y dentro de
los que queremos olvidar, destacan las pérdidas de algún ser querido, las
peleas, las enfermedades, los miedos,…
Todo lo que hemos vivido y lo que nos queda por vivir, se
convertirán en recuerdos que nos seguirán siempre, por eso debemos aprender a
convivir con ellos, adaptarnos y revivir aquellos momentos cuando sea
necesario. No puedes cambiar el pasado, pero si el futuro.
Es triste saber que
tendemos a olvidar los momentos más felices y valiosos para nosotros, y sin quererlo, no paramos de
recordar aquellas cosas que no deberían de pasarse por la cabeza.
No vivas de
los recuerdos, son solo cenizas de buenos y malos momentos, solo aprende a
aceptarlos tal y como fueron.
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